De vegades hi ha fets tan potents que n'hi ha prou exposant-los. I no cal res més. Aquesta setmana ha passat una cosa així al blog elestadomental.com. Allà, la seva autora hi va penjar un post on explicava un viatge en cotxe amb Álvaro de Marichalar, conegut per ser germà de Jaime de Marichalar. Tot i que ell afirma que és famós, sobretot, per ser un gran aventurer. Percepcions. Doncs bé, per si no vol entrar a l'enllaç, li passo un resum textual del que hi explica i que l'autora, que es fa dir "Sabina Urraca", titula "Pesadilla en Blablacar":

"Me monté en el Blablacar en Logroño, y todo parecía normal. El conductor, un cuarentañero bien majo, profesor de kárate y padre de una niña, me ilustró acerca de las curiosidades de este deporte y las maravillas y ternuras de su reciente paternidad. En medio de esa charleta estábamos cuando le llamó por teléfono una persona que recogeríamos a medio camino, en Soria. Como estaba conduciendo, puso el manos libres, y yo también pude escuchar una voz masculina diciendo:

"¿Hola? Mira, ¿puedes pasar a recogerme por Santo Domingo de la Calzada?"

El conductor frunció el ceño, yo fruncí el ceño. Nos miramos. ¿Quién coño exige un desvío de ese calibre con ese tono casi despectivo? Todo el mundo que coge Blablacar sabe que las condiciones son claras. Si el conductor dice que no hace desvíos, no los hace. Es un viaje comunitario, en el que todos los implicados desean estar en su destino a la hora acordada. No sabíamos que estábamos tratando con un ser para el que las palabras 'comunitario', 'solidaridad' o 'respeto' eran ecos lejanos, conceptos de otro mundo. Ante la negativa de pasar a recogerlo por Santo Domingo, el pasajero misterioso resopló y chasqueó la lengua al otro lado del teléfono.

"Bueno, pues nada. Entonces en la Estación de Soria. Pero no voy a estar poco antes de las 4, como dices en el anuncio. Estaré a las 4, porque antes me es imposible."

Colgó abruptamente, sin un gracias ni un adiós. El conductor me explicó que era un poco extraño, porque este tío había reservado a través de la cuenta de Blablacar de su novia. ¿Quién coño hace eso, pudiendo abrirse una cuenta de Blablacar en cinco minutos? No sabíamos que estábamos tratando con un ser para el que las normas y burocracias de la plebe eran una especie de brumilla molesta que le hacía estornudar.

Al llegar a Soria, dos personas esperaban en la estación: por un lado, una chica de unos veinte años, moderna y guapa, con su septum, su eyeliner grueso y sus pantalones convenientemente rotos, un poco espantada por el personaje plantado a su lado. Era un señor alto, como recién salido de una fiesta en Ibiza con el Conde Lecquio. Pantalón pescador de lino, castellanos sin calcetines, camisa de lino azul marina y un poco arrugada. Bronceado estridente, casi naranja. Y, cómo no, ristra de pulseras ibicencas en la muñeca, con una cintita con la bandera de España asomando orgullosamente entre ellas. Desde el momento en el que entró en el coche dio la impresión de que estaba absolutamente pirado.

Las dos féminas del coche fuimos convenientemente atosigadas con unos "¿Cómo está usted? ¿Cómo está usted?" frenéticos que mezclaban burla con una galantería de las de "aquí el jefe y el macho soy yo y vosotras sois mis putitas". A la veinteañera, además, le dio unos toquecitos en el septum de la nariz y le hizo una broma rancia acerca de que ella era un pescadito y estaba esperando que viniera un pescador a pillarla con un anzuelo. Empezó a flotar una incomodidad extraña, pero sólo para los tres plebeyos. Él se repantigó en el asiento trasero y empezó una sucesión interminable de llamadas de negocios en distintos idiomas. A partir de entonces, y hasta Madrid, fue imposible mantener una conversación normal. Si alguno sospechaba algo, desde su primera llamada lo supimos con certeza.

"Aló, Sandrine. Je suis Álvaro de Marichalar."

Con disimulo, entré en Wikipedia desde el móvil y vi quién era exactamente: Álvaro de Marichalar y Sáenz de Tejada, el hermano del ex de la Infanta Elena, Jaime de Marichalar. Un vástago de la dinastía de los Marichalar, conocido en los círculos de la alta sociedad y el corazón como "el hermano aventurero de Marichalar". Según Wikipedia, era "piloto de aviación, navegante y empresario".

Sus conversaciones telefónicas sucedieron todas ellas a un volumen tan estridente que no sabía si realmente quería pavonearse de su vida high class o el respeto por los demás no entraba en su cerebro anegado de sangre azul. Todo giraba en torno a propiedades, eventos y euros. Cada cantidad que pronunciaba me hacía estremecer. Salieron a relucir inversores, materiales nobles, mármoles y buenas maderas. Practicaba un peloteo extremo, casi vergonzante, con cada una de las personas con las que hablaba. Cada frase era una mentira, un despropósito, una lamida de culo siempre dicha desde la altivez más extrema. Casi se podía oler la desesperación de la jovencita moderna, sentada allí a su lado. En los asientos de delante, el karateka y yo intentábamos retomar nuestras conversaciones de pueblo llano, pero, con su charloteo estridente, ni siquiera nos oíamos bien. Terminamos desistiendo. En aquel Blablacar, el único que podía hacer blabla era Álvaro de Marichalar, sentado con las piernas bien abiertas, ocupando el espacio que por linaje le correspondía. Entre llamada y llamada, el Hermano Aventurero nos obsequiaba con preguntas lerdas para las que no esperaba respuesta, y gruesas píldoras de su vida. Su discurso rozaba el desvarío. Decía cosas como:

"¿Cuántos años me echas? Tengo 19. No, jajajaja. Mentira. Tengo 29."

Wikipedia indicaba claramente que había nacido en el 61, así que contaba en realidad con 55 años.

Al parar a medio camino para tomar un café y estirar las piernas, decidió cambiarme el sitio. No me pidió permiso, no me explicó educadamente el porqué de este cambio. Simplemente me dijo:

"Ahora yo voy a ir delante".

Me vi sentada detrás, junto a la jovencita desesperada. Desde mi nuevo asiento, el pelo de Álvaro de Marichalar era un poema. Las raíces blancas en el pelo pajizo y quemado mal teñido me dieron un vuelco Muerte-en-Venecia al corazón. Grima. Pena. Asco. El conductor le indicó que se pusiese el cinturón de seguridad. Y él, con todo su morro rebozado en sangre azul, espetó:

"Yo no me pongo cinturón. Tuve un accidente a los 18 y casi me quedo atrapado por el maldito cinturón."

En Wikipedia, en efecto, se indicaba que había sufrido un accidente de aviación que aún era visible en su mano derecha. Intenté asomarme entre los asientos y ver su mano, pero no lo conseguí. Me preguntaba qué leches hacía este miembro de la realeza cogiendo un Blablacar. La respuesta, en realidad, la daba él cada vez que hablaba por teléfono con alguno de sus inversores:

"Sí, estoy de camino. ME ESTÁN LLEVANDO a Madrid".

No dijo "voy en un Blablacar", como hubiésemos dicho cualquiera de los simples mortales que ocupábamos el coche con él, sino que "le estaban llevando". Y entendí que quizás el tren y el autobús eran medios de transporte demasiado mundanos, manchados del ADN del Pueblo. Sin embargo, el Blablacar creaba la ilusión del chófer privado y le permitía mantenerse de puntillas en el precipicio que separa a la nobleza del pueblo llano. Había una desesperación en sus llamadas que sugería que quizás no estuviese forrado de pasta, y que lo único que tenía era ese halo de desfachatez y socarronería altiva propio de los grandes de España.

Una vez situado en el trono que le correspondía, el asiento del copiloto (pedir conducir habría sido demasiado, pero no creo que descartara esa posibilidad en su cerebro), Álvaro de Marichalar empezó una conversación de machos con el amable y dulce profesor de kárate, que no sabía dónde meterse ante la ristra de hazañas viriles cantadas a golpes de pecho peludo. Habló de que había batido no sé cuántas veces el récord del mundo en embarcación de tres metros de eslora. Puntualizó que esa embarcación era una moto de agua. Vi que en Wikipedia decía exactamente eso: "con once récords del mundo conseguidos a bordo de una pequeña embarcación de tres metros de eslora (moto acuática)". El parecido entre la información de Wikipedia y su discurso era tan parecido que empecé a vislumbrar lo evidente: quizás él mismo había escrito su propia entrada de Wikipedia.

Desde que lo recogimos en Soria hasta que lo dejamos en Avenida de América (y continuamos hasta Moncloa los tres miembros plebeyos del coche, indignados, comentando toda la jugada) todo el viaje fue una representación, un símbolo de esta España rancia que vivimos y en la que la mierda fresca nos lanza continuos destellos burlones: los grandes vencen, se sientan con las piernas abiertas, robando el espacio de la gente de a pie. Los plebeyos, compungidos, no levantamos cabeza.

Horas después del viaje, mientras le contaba la aventura a mis amigos en un estado de furiosa exaltación, casi me di de cabezazos contra la pared, fustigándome por no haber dicho nada. ¿Por qué ninguno propusimos dejarlo tirado en aquella estación de servicio ardiente? ¿Por qué no le dijimos?:

"Si no apagas el teléfono te lo meto por tu puto culo de principito".

Ni siquiera me rebelé ante el trato burlón y despectivo que nos ofrecía. Me comporté, en suma, como el pueblo acogotado, extenuado ante tanta cara dura, del que formo parte. Álvaro de Marichalar nos robó el tiempo, la conversación, el espacio, la tranquilidad, nos minó la moral. Y todo ello lo hizo con la sonrisa de suficiencia del que tiene la seguridad de merecer cada cosa que exige. Quizás debamos también nosotros, los vasallos que vivimos confinados al fango popular, aprender a robar tiempo, conversación y espacio, a la casta que, una y otra vez, nos quita todo lo demás".

........

Fins aquí l'explicació de la noia d'una situació que va viure. Són valoracions personals sobre actituds d'una persona, que poden ser veritat o no i que s'han de llegir sense prejudicis ni a favor ni en contra. O sigui, que pel fet de ser ell qui és no ens hem de creure tot el que diu la noia, ni tampoc hem de menystenir-la pensant que ho ha escrit per "enveja" contra un famós. 

Però el que és sorprenentment delirant és la resposta d'Álvaro de Marichalar. Tan marciana, desproporcionada, fora de lloc i incomprensible que costa molt trobar adjectius per poder definir-la amb la justícia necessària. Li he partit en dos trossos perquè la pugui assaborir com cal. Els primers sis paràgrafs són els d'una discussió en què, insisteixo, el germaníssim pot tenir raó. No ho sé, jo no hi era allà. Però a partir del setè, la cosa se'n va pel pedregar:

I a partir d'aquí, un immens despropòsit...

SEN-SA-CI-O-NAL!!!

Catalanofòbia? No, humor sense gràcia!

Alerta Digital es caracteritza per defensar unes idees que Francisco Franco, dictador per la gràcia de Déu, qualificaria de radicals. Però a això li uneixen una estranya habilitat per insultar tothom que no pensa com ells. I, esclar, com que molt poca gent pensa com ells, el llistat d'insultats és extens. Molt. Una de les seves especialitats són els catalans (especialitat d'Alerta Digital, tot i que Franco també era expert en el tema). 

Li presento un parell d'exemples tan desproporcionats que al final et fan riure i tot. 

Qualsevol excusa és bona per insultar

Parlàvem al punt anterior d'insults. Un exemple de com les gasten pot ser perfectament aquest:

Quan veus coses així no pots evitar pensar: encara circula gent així pel món. I sí, es veu que sí...

Pedro Sánchez s'ha fet molt amiguet d''El País' (massa i tot)

El temps passa volant i sembla que faci un mes que Pedro Sánchez va anar a ca'n Évole per presentar la seva candidatura a liderar el PSOE i, de pas i sobretot, a passar comptes contra el diari El País i Telefónica, i no. No fa encara ni una setmana. 

Tothom esperava la reacció que tindria l'endemà El País. En parlaria o no? Si era que sí, molt o poc? I dient què?

Doncs bé, per trobar alguna referència de l'entrevista a la versió de paper vam haver d'anar a la pàgina 3 de "Nacional". Allà hi havia la noticia "La gestora pide tiempo de reflexión antes del congreso". I a l'últim paràgraf, hi podíem llegir: "Anoche, en una entrevista en el programa Salvados, el exlíder socialista sostuvo que se equivocó al llamar 'populista' a Podemos y que erró al no firmar con la formación de Pablo Iglesias, sino solo con Ciudadanos, un acuerdo previo a su investidura fallida. Además de con Podemos, Sánchez afirmó que los socialistas deben negociar con los nacionalistas vascos y los independentistas catalanes. A su entender, la solución a la crisis política e institucional en Cataluña es un acuerdo sobre una reforma constitucional. 'Hay que entender la naturaleza de nuestro país. España es una nación de naciones y Cataluña es una nación y, como nación que es, hay que hacer para que se sienta integrada'”. I això va ser tot. Ni un esment a l'acusació. Ni una reacció. Cap defensa de la línia editorial del diari. Cap nou insult a Sánchez.

Naturalment els espectadors no vam oblidar la cosa i, coneixent el personal, vam restar atents a veure per on petava. La primera resposta la va protagonitzar el director adjunt, David Alandete al seu compte de Twitter i de forma individual. Com? Recordant que al març El País va donar suport a la candidatura de Sánchez a president del Gobierno. Diversos mitjans van contestar-li amb el famós editorial del setembre on es podia llegir: "Sánchez ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso". Un editorial que va provocar que es donessin de baixa uns 500 subscriptors, cosa que va dur al director d'El País, Antonio Caño a enviar la famosa carta de disculpa:

La resposta esperada, la de veritat, la potent, la que feia dies que frisàvem llegir, va arribar dimecres. I no va decebre...

Mariano és Mariano...

I mentre, Mariano mirant-s'ho. Tranquil·lament. I fent coses que no saps si és que definitivament se'n fot de la gent o és fruit d'una candidesa memorable. 

La manera com va triar divendres fer públic el seu govern és 100% marianista. El compte oficial de La Moncloa a twitter fa pública la llista oficial i ell va i la repiula. SEN-SA-CI-O-NAL!!!